lunes, 18 de enero de 2010

LIZBETH - EL DOLOR DE LOS ILUMINADOS


Lizbeth y yo nos conocemos desde hace ya muchos años y a través de la poesía
de la vida, he podido ser cómplice en sus diversos andares como poeta, como mujer enamorada, como madre ejemplar. En esta ocasión, al leer este último poemario, me ha invadido una sensación muy fuerte, pero ambigua. Atracción y a la vez horror, como sentirse atraído al abismo. Se asoma uno a un abismo y siente algo aquí en el estómago.
Quizás la misma sensación de miedo y fascinación que causa ver el sufrimiento de los otros, donde vemos el reflejo de nuestro propio sufrimiento que es al fin y al cabo el vivir, el amar, pues como dice Lizbeth en el poema que da nombre a este poemario.
Aquel que ama descubre que en sus dedos se pegan
el horror la soledad la histeria
todo amante lleva su linterna a la altura del miedo.

Y es que:
cuando somos felices, no nos cuestionamos, aceptamos la felicidad como algo natural, algo que nos pertenece por derecho, pero cuando sufrimos entonces protestamos, entonces queremos saber porqué, de dónde viene ese dolor.
Pero cuál es la frontera entre felicidad y sufrimiento?
si son como las dos caras de la misma vida.

No lo aceptamos
por eso la voz, la palabra, busca el sentido, busca ese delicado equilibrio donde
sostenerse, no solo no caer, sino elevase sobre el animal dolor, sobre el natural dolor, entonces la palabra crea el símbolo, crea el mito y las religiones, entonces el ser humano se crea a si mismo : humano

La voz de Liz ilumina el sufrimiento y lo acepta.

Hoy me han dolido las manos de amasar aire

de sobarme los brazos y acariciar puntualmente
el animal de espinas que se echa a mis pies…


Aceptar el sufrimiento es aceptar la vulnerabilidad humana, es aceptar la vida completa, nuestra sed de cielo y de alimento terrestre, que no serán
saciados totalmente jamás.

Cuando el ser humano se asoma a ese abismo que somos y quiere tocar en el fondo la sustancia misma del ser, es cuando toca lo sagrado, cuando encuentra
los dioses, el camino hacia ese fondo pueden ser el amor y el sufrimiento -que
es también una forma de amor .

A veces salimos de nosotros y podemos contemplar la cáscara que dejamos,
el lugar donde estábamos, entonces dudamos : somos adentro o afuera?
somos uno o el otro? Quiénes somos?
Y en esa angustia de no saber, de no ser, lo que nos podría iluminar en el conflicto sería el amor::

En el cáliz de las bocas amantes
Se vive otra manera de estar iluminados

Podrán cambiar las formas externas, los objetos, las formaciones sociales,
la naturaleza humana sigue siendo la misma, nuestra necesidad de saber, de entender nos hace crear nuevos ritos, nuevos mitos , llámense ciencia o religión: recreamos nuevamente lo sagrado, sacralizamos nuestro espacio, sacralizamos nuestra vida toda.
Y pregunta la poeta ::
¿Dónde está Dios?

Un niño cae y su frente estrellada
Nos hace unir los dolores
Como una voz girando en la plegaria

Y esto es lo que nos ofrece Lizbeth con su libro, saturado de sufrimiento ,
del dolor de la vida y del dolor de recrear esa vida por medio de la palabra en la creación , porque detrás de la metáfora se abre la herida, la herida primigenia
que nos hace a la vez víctima y verdugo, porque somos a la vez dioses y demonios, somos a la vez vida y muerte
Lizbeth nos ofrece una comunión con nosotros mismos, una comunión con los
otros a través del dolor y del sufrimiento y de eso debemos dejar constancia::

Quedaremos como esfinges de arena
hachas de negro hueso temblando
al marcar una muesca sobre el árbol del frío
para hacer constar que aquí estuvimos.


Gracias a Lizbeth
Muchas gracias a todos ustedes por compartir la poesía

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